Existen numerosas patologías que afectan al sistema digestivo que las formas leves pueden ser tratadas de forma natural sin necesidad de fármacos. Las principales patologías son: diarrea, estreñimiento, hemorroides, dispepsia, acidez, reflujo, síndrome de colon irritable...
Existe confusión entre los términos "prebiótico" y "probiótico", a continuación os explicamos en qué consisten cada una de ellas.
Prebióticos: son compuestos que el organismo no puede digerir, pero que tienen un efecto fisiológico en el intestino al estimular, de manera selectiva, el crecimiento y la actividad de las bacterias beneficiosas (bifidobacterias y lactobacilos). Se trata de un tipo de hidratos de carbono (una “fibra especial”) presentes en algunos alimentos que, pese a que nuestro sistema digestivo no es capaz de digerir, son fermentados en el tracto gastrointestinal y utilizados como “alimento” por determinadas bacterias intestinales beneficiosas. Los prebióticos más estudiados son dos: la inulina y los fructooligosacáridos (conocidos también como FOS), y pueden aparecer de forma natural en algunos alimentos o ser añadidos por el fabricante para dotar al alimento de beneficios concretos.
Probióticos: son microorganismos vivos que, cuando se ingieren en las cantidades adecuadas, pueden aportar beneficios para la salud de quien los consume. Se trata de bacterias o levaduras que están presentes en alimentos, medicamentos o suplementos dietéticos. En líneas generales, los probióticos nos dan beneficios al repoblar nuestra microbiota, curando los problemas gastrointestinales (diarrea, estreñimiento, dolor abdominal…) y potenciando el sistema inmune.
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